jueves, 1 de marzo de 2007

Ráfaga sensorial

Hoy es el día apropiado. Llovizna la sudestada sobre la ciudad. Con delicadeza guarda las prendas dobladas en el bolso gris, sin mezclar los colores. Se mete dentro del abrigo, toma un libro al pasar y de una mirada repasa el silencio de la casa. Cierra y se va hacia la humedad que le salpica la cara.

Camina las pocas cuadras que la separan de aquel lugar dejándose tocar por la llovizna. La goza. Se imagina desnuda, con el agua chorreando por todo su cuerpo. Dos gotitas detenidas en sus pezones erizados tratan de permanecer prendidas, no quieren caer. Las que están detrás no dan tregua y empujan hasta instalarse en su lugar. Algunas logran deslizarse suavemente hasta el ombligo convertido en un charquito caliente que se derrama en riachos inundando la bahía inquieta. Sedienta, disfruta el agua que se cuela por el canal que une y separa su cuerpo en dos. Desde ese trampolín caen en catarata atropellada entre sus piernas, no dando respiro a la piel que no piensa, como en cualquier momento de humedad acompañada.

Camina más lentamente, para retener la sensación que pierde cuando su mano pulsa el llamador de la antigua puerta cerrada de dos hojas.

- A m a t i s t a -

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